domingo, 8 de febrero de 2015

¿Qué es lo que quiero?

Con Isaac he sostenido conversaciones sobre un tipo de interacción que me resulta fascinante: aquella en donde te tienen en la palma de su mano. Una relación caótica, donde no se presenta la seguridad sino que estás frente al no saber mañana qué será de ambos; en donde debes competir y resaltar, donde luchas por un control que no te otorgan. Las cosas no son fáciles y es eso mismo lo que le renueva la interacción; no hay cotidianidad sino que debes experimentar día tras día lo efímero y la inexistencia real de una relación... yo le dije que eso es lo que quiero; se lo dije a él y se lo dije a Cindy (esas cosas que uno habla con los amigos), ya que creo que soy una incapacitada para el compromiso por mi necesidad de tener buenos periodos de tiempo para mí.

Me emociono ante la idea; apenas atisbo algo similar, algo que me pueda hacer sentir viva, me lanzo, sin contemplar mucho las consecuencias. Aquella ciencia métrica del bien de la que hablaba Sócrates no tiene mayor relevancia en mí, que vivo creyendo en la vitalidad del presente frente a cualquier falsa ilusión del futuro. Me entran deseos de entregarme al caos, de sobrepasar los límites que me definen y perder toda identidad en el proceso; temo y añoro los pensamientos que me despiertan lecturas como El Tunel o Rosario Tijeras, en donde Juan Pablo Castel o Emilio se hunden debido a una orientación peligrosa de sus obsesiones. Podemos decir que ambos llegan al asesinato, apelando a cierta locura. Su mal no fue intrínseco, no estaba "dentro de ellos", sino que lo desarrollaron. A todos podría acontecer, y eso es lo terrorífico: aquel peligro que está próximo. No es que yo espere llegar al asesinato, pero si deseo desbordarme, perderme, que la situación me fuerce a dejar atrás el molde en que ahora estoy metida.