jueves, 27 de noviembre de 2014

"¿Cumple lo que necesito para que tengamos algo?"; la clasificación como mecanismo de control sobre la atracción

Si hay algo que disfruto, casi que con éxtasis religioso, es el redefinir. Hoy, conversando con Manuela, di pseudo-sistema o taxinomía a un montón de ideas que pululaban por mi mente. El tema se inició por un comentario, que pudo haber sido hasta trivial, acerca de que X persona no califica o sirve para que suceda "algo". Tal aclaración despertó en mí los "instintos" hermenéuticos, ya que, si todas las personas pasaran, a consciencia, por ese filtro de calificar o no calificar para algo, no hay una acción preferencial en decir que alguien no tiene los requerimientos esperados. Pero, que algunas personas pasen por esa batuta puede ser un rastro de una situación dialéctica en donde la negación se realiza para acallar una afirmación implícita. Explico.

Los ideales no nacen espontáneamente y por iluminación trascendental del mundo de las ideas, sino que se producen acorde a una situación concreta que determina sus condiciones de posibilidad. Un profesor, llamado Juan Guillermo, dijo alguna vez que "la felicidad no fantasea"; los utopismos se producen a partir de una profunda desilusión con la realidad. Habermas consideraba que el precioso idealismo de Hegel estaba en profunda relación con la miseria de la sociedad prusiana de la época. Personalmente, encuentro muy vinculados estos procesos con la lógica de los sueños; principalmente, con los sueños diurnos, puesto que éstos se realizan frente a un mayor estado de consciencia. Y, si recuerdo bien lo que decía Freud, los sueños diurnos tienen como tarea brindar estabilidad emocional o algo así a partir de la realización imaginaria de los anhelos. Lo que estos dos procesos tienen en común, según mi todavía infantil forma de concebir el mundo, es que brindan la sensación de control sobre la realidad o los efectos que ésta produce por medio de la conceptualización.

Haciendo una transposición, la clasificación de lo que opera o no opera es un intento de matizar una condición empírica por medio de la acreditación o desacreditación conceptual. En este caso, se trata de decir que alguien no clasifica para tratar de controlar los efectos que la atracción genera sobre el clasificante. Es un proceso de postracionalización; los argumentos expuestos son vías para no considerar viable la atracción y, por ese medio, rechazarla. Alguna vez, Nataly lo comentó: si alguien da una respuesta creíble de por qué no le gustaba a alguien, es alguien sospechoso ya que demuestra elaboración; por lo general, si alguien no te gusta, no te paras a pensar en el por qué no te gusta. Cuestión que puedo entrelazar con algo que me dijo alguna vez Marcelo: la coherencia entre lo que alguien dice es sospechoso ya que muestran planificación; la gente, por lo general, no actúa siguiendo la razón que arguyen. Pero la negación no siempre opera para controlar el efecto sino también para justificar: el argüir a cualquier defecto en otra persona para justificar que no te guste porque no te causa esa atracción. Aquí traigo a colación una vez en donde Cindy dijo que se había dado cuenta que no gustaba de los hombres de baja estatura debido a un caso en específico, y yo le comenté que confundía la causa con el efecto ya que no es que no le gustaran los hombres de baja estatura sino que no le gustaba el caso en específico y, para justificarlo, acude a la postracionalización.

Pero, así como este mecanismo opera para desacreditar, también lo hace para acreditar. Esta idea ya la había compartido con Marcelo, quien también la comparte, y se basa en que tratamos de controlar la atracción a partir de la caracterización racional. Debo confesar que éste es un tema peligroso para mí: soy heredera de la ilustración y la preponderancia de la razón, así que me cuesta admitir que este proceso no sea para nada racional, ¡es que al otro se le conoce por las palabras, y eso ya lo circunscribe a un sistema!
Respiro profundo, me tomo el café, y pienso: sí, pero no gusta por una relación objetiva con las palabras sino por lo que las palabras te hagan sentir. La atracción se vale de medios racionales pero se construye sobre la sensación. Tal vez aquí valga la pena reflexionar sobre la dialéctica negativa entre razón y sensación (cuestión que no creo pero, que para demostrar que no creo tengo que ir aplicando a todas mis consideraciones dispersas; yo apelo a una "dialéctica diferencial", la cual aborda la compenetración, tal cual cinta de Möbius). 

Así que, rescato mi amor a las palabras diciendo que podría ser posible localizar la causa de la atracción cuando esta se produce por la sensación que genera un medio racional. Y que, tomando una actitud pseudo-crítica, podría ser posible extrapolar, sin pretensiones exhaustivas, las causas de la atracción cuando el medio es irracional.

Dejo todo abierto, para que se siga edificando.


Finalmente, me gustaría vincular el tema con una canción, que da cuenta de que lo que nos venden como la persona ideal no es necesariamente la persona que nos produce atracción y que nosotros, ciegamente, repetimos el discurso obsoleto. De Kany García (excelente artista), Hoy ya me voy.


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