domingo, 1 de diciembre de 2013

Los modelos sobre las personas: La falacia de la "Amistad".

¡Llego diciembre! Realmente, no deseo este mes. Me asusto al pensar en los equipos de sonido que funcionarán parejo desde las siete de la noche hasta las tres de la tarde. Me desespera el encontrar desorden en las calles, con su consecuente zig-zag para caminar, subir los hombros y disponer de las palmas de las manos frente al pecho para proteger cara, cuello y torso de los posibles roces que se generen ante la ausencia de un espacio público que nos permita caminar a cada cual por su lado.

Vamos a avivar esta cosa, que se me está muriendo. Para ello, tengo mentalmente programadas dos entradas, excluyendo esta. Una sería sobre mí fatídica relación con la Registraduría, que tal vez escriba mañana cuando llame a preguntar qué sucedió. La otra sería sobre la pregunta del sentido, pregunta con la que realizaré mi trabajo final para Lenguaje e Interpretación, y que me encargaré de adaptar para una entrada. Finalmente, ésta, será sobre un problema que me ha llamado mucho la atención en estos días: La categorización de los amigos. Sentaos por favor mis imaginarios lectores, daremos inicio a tal vez lo más representativo de mi pensamiento para este punto de mi vida, ya que me estoy edificando socialmente en torno a las premisas que en adelante se desarrollarán.



Desde pequeña, se me interiorizó que las personas, las otras personas, hacían partes de grupos para mí vida. Los que vivían conmigo hacían parte de mi familia nuclear. Los que no vivían, pero, que visitábamos con frecuencia, además de compartir un vínculo de sangre que no entendía para el momento, hacían parte de la familia. Los vecinos con los que uno jugaba hacían parte de los amigos. Los que distinguía, pero, con quienes no tendía a interactuar hacían parte de los conocidos. Y el resto del mundo eran los desconocidos.

Interioricé y apropié este esquema. Toda mi vida confié y creí en él. Toda mi vida dispuse primero del modelo a la persona: me eduqué con frases como "un amigo debe estar para las buenas y para las malas". El ser humano que tenía en mi frente no valía como "Jonnathan" ni "Fernando", valía como "conocido" o "amigo", unas ideas prefijadas y elaboradas mentalmente por mi contorno. Ese ser humano no valía en cuanto él mismo, valía en cuanto a mí: ¿cumplía los estándares de algo que lo niega a sí mismo, que elimina su diversidad para preponderar genéricos como "está allí cuando lo requieres"?

Lo curioso es que, desde pequeña, descubrí que no todo funcionaba tan bien, pero, no hice relación entre estos elementos hasta hace poquito: cuando preguntas a los demás sobre sus amigos, sobre sus mejores amigos, algunos se muestran vacilantes. "¿qué es un mejor amigo?" me han llegado a preguntar; sonrío, y tomo lo que mi entorno me ha dicho una y otra vez sobre tal figura. La intranquilidad de la incertidumbre empieza a ser notoria en sus gestos, y uno puede entrever el problema de no saber quién, entre todas las personas que conocen, debe ser llamada amigo. ¿Y qué es lo importante de eso?: Fácil, a partir de dónde ubiquemos a las personas dentro del esquema es que vamos a comportarnos de cierta manera.

"¿Qué manera?", me pregunto. "¿Eh?, pero, ¿qué dices? ¡si está en el manual!" -dice una de las tantas voces interiores- "ábrelo ya, ¿qué esperas? Ajá, mira, lee atentamente:  «Un amigo te apoya cuando  te ve en problemas, un amigo te consuela cuando sufres y dice palabras que salen de su corazón. / A un amigo no le debe de importar en que posición económica estés, ni tampoco quien sea mas inteligente o tenga mas habilidades para tener y hacer las cosas, además nunca debe de tenerte envidia porque si te aprecia sabrá que lo que tienes no es porque tu lo elegiste, sino una causa del destino. / Nunca debe de sentirse superior porque el debe comprender que nadie es mas ni menos que nadie. / El tronco mas grande de una amistad es la confianza, la sinceridad, honestidad, amor, apoyo entre otras cosas que hacen de la vida un placer que queda siempre en la memoria hasta el ultimo día de nuestra vida en las que podemos reconocer el valor de un verdadero amigo que siempre ha sido incondicionalmente en todo. / Que en tus errores te muestre su perspectiva y un consejo de lo que puedes hacer, que nunca te debe de obligar a nada, que no te manipula para su conveniencia y que al verte en un verdadero problema no te deje solo y si es uno de esos problemas en los que tu no quieras ver la salida, el te la dará la solución aunque tu no quieras y te enfurezcas, pues a el le preocupas y prefiere que te enojes con el a verte sufriendo siempre.»* ¿Entendiste?". ¡Claro! Era obvio, ¿qué cosas estaba diciendo yo, por Thor? ¡Eso es un amigo! ja ja ja... el único problema es que... yo no soy así, y yo no conozco gente así. Eso es un modelo basado en la idealización, un modelo excluyente, que nos niega como humanos: ¿qué sucede con quienes no cumplen estas características? ¿no son amigos y, por tanto, no valen la pena? Ya sabes, la sociedad nos recuerda una y otra vez que uno "se debe valorar", y no debe "perder el tiempo" con esas personas...

Como vemos con la "amistad", las categorías se convierten en formas de negar a los individuos. Éstas, en mi mundo, no habían sido construidas por una interacción entre la teoría y la experiencia, sino que sólo había sido la asimilación de términos que la sociedad normalizó:  pensar en los amigos, en los conocidos, en la familia, en la pareja es natural, tan natural que nunca los cuestionamos. Toda persona cabe en esas categorías, que agotan todas las posibilidades, ¡vaya falacia! ¡esas categorías sintetizan de forma errónea las miles de formas de interacción! Los modelos van primero que el sujeto, al que debes obligar a entrar en él, en una relación totalmente egocéntrica.

¡Sí, egocéntrica! El otro es en cuanto es para ti. No te importa el otro, te importas tú. Es una relación de dependencia, de necesidad mórbida. Lo niegas: no importa sus gustos, no importan sus anhelos, no importa quién es, sino quién puede ser para ti. Comparas a todos los "otros", tan diferentes entre ellos, pero, los comparas en cuanto a caracteres particulares, en una relación mono-dimensional que mide la cercanía en cuanto una sola variable, ¡como si tú fueras una línea! ¡cómo si los demás sólo valieran por una relación sucesiva de características! ¡Qué sistema tan cerrado! ¿acaso no es sustancial esa sonrisa? ¿acaso no es sustancial lo que puedes tomar de aquella persona que sólo ves los fines de semana y siempre bajo el contexto de fiesta? ¿acaso no lo es el cándido saludo de quien te atiende en la tienda? ¿o ese amigo que nunca te pregunta cómo estás, pero, siempre consigues renovar tus energías a su lado? cada persona te aporta algo, cada charla o tipo de interacción te transforma, ¡y nosotros nos empecinamos a negar por doquiera a los demás con tan absurdas categorías!

Sí, yo opto por la deconstrucción. Opto por dejar atrás sistema tan lineal como el que nos presentan de las relaciones sociales. Todavía no me siento cómoda intentando hacerlo con ese grupo que llamamos "familia", puesto que sigo creyendo en él, pero, esas categorías de "amistad", "pareja", "conocido", "extraño", todo eso sobra. Debo ver a las personas en cuanto personas, en cuanto a ellas, ¡ah! pero, esa afirmación es tan fuerte: ¿cómo hacerlo, si yo también los transformo cuando interactúan conmigo? Debo ser honesta: No lo he conseguido, todavía estoy edificándolo y tratando de aplicarlo, pero, me gusta el camino que toma esto.


Una canción que, en parte, sirve para expresar mi desacuerdo con esos ideales que niegan al individuo. "Amigo" también puede ser aquel que no llama el día de tu cumpleaños.




* Tomado de la página "Actos de amor"

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