sábado, 20 de abril de 2013

Sábado por la mañana

Me he despertado a las tres de la madrugada para acaso iniciar un trabajo que debo entregar hoy mismo (En mi defensa, fue asignado relativamente hace poco) después de una noche complicada. No tuve problemas para dormir, aún cuando me acosté a las casi nueve de la noche, y mi problema se debió a que temí mi despertador no tuviera efecto en mí como desde hace dos mañanas ha estado sucediendo. Así que tuve un sueño muy ligero y con frecuencia despertaba en medio de la noche, para comprobar el reloj y advertir que todavía no era hora.

Me he bañado, una madrugada fría. Mientras buscaba la ropa puse a calentar la aguapanela y así pude con presteza servirme un tinto, al que todavía no doy mi primer sorbo. ¡Ahh! Varios pensamientos acompañados por sus respectivos sentimientos sobrevuelan por mi mente, pero, afortunadamente ninguno es lo suficientemente fuerte para impedir mi labor -o eso espero-, el agua tibia de la ducha los ha suavizado.

Las horas se van consumiendo: Cinco de la mañana. Mientras leía al primer autor, reflexionaba sobre qué partes debo incluir en mi protocolo de lectura: El autor se dedica a narrar varios momentos de su vida, y hacer un resumen de ésto sería improductivo, o eso creo yo, así que trato de buscar aquellos fragmentos donde habla en propiedad de aquello que me interesa, y es la adopción de nuevas formas de buscar fuentes para el estudio histórico. En todo el texto se dedica a explicar el cómo lo ejecuta, pero, ésto no me servirá más que para usar un ejemplo en dos renglones.

Concluída la primera -y más corta- parte del trabajo, me paro de mi silla, me peino y busco de comer. Mientras espero que se caliente la comida en el microhondas, pienso sobre mi más reciente sueño. No es la primera vez que sueño con algunos de mis compañeros del primer semestre, pero hoy el recuerdo de una de mis compañeros ha llamado a otra por un nombre que no le corresponde, y me inquieta. Tengo frío, así que me abrigo con mi cobija, que poco pareciera funcionar.

Y el tiempo continua su devenir. Nueve de la mañana y me encuentro casi lista para la clase de diez, he terminado las lecturas, las he comparado y el protocolo está listo desde hace ya varias horas. Antes de cerrar el computador, reviso el chat de facebook, y compruebo algo que contradice lo que hace tiempo dije en alguna entrada: Hay personas que, aún cuando la interacción es inexistente, no quieres borrar. Allí comprendo esa idea de atesorar las amistades pasadas, pero, no desde una idea de agradecimiento sino de afección. Entiendo lo que muchos entonces me dicen, aunque en mi caso particular sólamente cuento con éste registro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario