miércoles, 9 de mayo de 2012

Campo: Sinónimo de calma y reencuentro II

Anoche tuve que terminar afanosamente el texto, y dejé la razón por escrito. Hoy daré continuación al tema, ya que, como había dicho, es un tema de gran interés para mí.

Primero, ¿alguien ha vivido antes en el campo? Si lo han hecho, y lo hicieron por prolongados periodos de tiempo, notarán la paz que le rodea, la simpleza y el buen trato que se acostumbra a dar, o al menos en el antioqueño. En el campo, a diferencia de las grandes urbes, las poblaciones se reconocen entre sí con destreza, evitándose la pérdida del "individuo" en el sujeto. La criminalidad es casi que nula comparada con la de las metrópolis y la ansiedad también está en los niveles mínimos al no tenerse vida ajetreada y con agenda llena.

La pasividad del campo no tiene rivales. Es un lugar neutro. No se llega al nivel antisocial de esas cabañas en medio de un bosque, aislados de todo tipo de contacto humano y más pensándose en un reencuentro total con la naturaleza aún cuando se está negando al hombre dentro de ella. Por su parte, éste mundo cosmopólita se encuentra en constante cambio... un cambio que no puedo asimilar aún cuando soy joven, y siento que me traspasa con creces, a mí, que todavía no estoy preparada para enfrentar el mundo. ¡Oh, Clío! tengo la impresión de que allí podré degustar de tus más exquisitos manjares mientras me impregnas de inspiración histórica. Probablemente esté errando de idealista, y por lo tanto, optimista con éste asunto, pero, si me pongo a pensar en ello, cada pieza de éste rompecabezas empieza a ubicarse en su lugar correspondiente, permitiéndonos admirar el paisaje que se encuentra como motivo.


El campo también tiene la ventaja de la pureza que emana. Sus noches, por frías que sean debido a los metros sobre el nivel del mar que le pesan, son más gentiles que las de ciudad. Si llueve, la danza de ésta te inspira al más profundo sueño, rodeado de descanso; si llueve en la ciudad, el animo cae al saber que esa noche no podrás degustarla a profundidad fuera de tu morada, y si te quieres acostar, hay tantos ruidos de entremedio que la lluvia se convierte en algo tedioso, o al menos para mí. Si no llueve, te brinda un exquisito cielo con excesivas estrellas a las cuales admirar, estrellas que te hacen plantear el papel del humano, y admirar nuevamente la magnificencia de la tierra; en la ciudad, verás un rojo cielo, un cielo inerte y hostil...

Y la lluvia, encargada de hacer justa distribución de aromas que deleitan el sentido.



Al levantarte, al salir del hogar, podrás estirarte mientras degustas de un paisaje lleno de colores vivos, escuchando los animales que inician su danza amorosa en busca de la reproducción (Que poética forma de conquistarse entre pájaros... aquí lo intentan con la palabra "mami" y "corazón", jo :/ ); en la ciudad, ni se te ocurra salir en pijamas, te verá todo el barrio y tu vanidad impide que se te aprecie en tal estado, además, tus pies se situarán sobre asfalto... frío y gris asfalto, que en la tarde será tu enemigo al almacenar tanto calor y reflejarlo contra ti.

Mientras caminas en el campo sintiendo la intensidad del momento, te puedes encontrar con una persona local que recién termina sus labores, aquel local te mira, sonríe y saluda, y ese gesto de amabilidad en un día tan hermoso te lleva a reaccionar de la misma forma, pero, el acuerdo o tratado sale demasiado favorable para ti, pues, su gentileza te marca una profunda sonrisa por los próximos cinco minutos como mínimo, mientras piensas que la humanidad es hermosa. En la ciudad, sales para estudiar o trabajar........... si no eres como yo, no estarás de afán, pero, algo que sí está casi seguro es que por tu lado, camino a éstas labores, pasarán al menos cincuenta personas, que si mucho, conoces dos y los saludas por protocolo... al llegar, no estarás pensando en eso, pues tu mente estaba en tantos asuntos al tiempo que no le diste su justo valor.

... Desearía poder vivir totalmente en el campo. Desearía no saber de la ciudad por meses. Alejarme de la estimulación virtual, para retornar al apogeo de los sentidos, pero, el estudio le hace imposible. Eso sí, al menos me acerco un poco a ese ideal. Ya le he comentado mi deseo a mi madre y me ha apoyado, sólo falta mi padre, pero, seguiré pasando mucho tiempo en la ciudad.... no puedo ni quiero olvidar mi vida social tampoco. Sólo me molesta pensar que me alejaré de algo, pero, cuando soy lúcida, me doy cuenta que ese algo está lejos incluso ahora. Bueno, de esa memoria brotarán hermosas oraciones, ¿no?

Pasé mi segunda infancia (6-12 años) en el campo. La canción que hoy comparto es en complemento con las ideas expuestas. Disfrutadla, es una maravilla.



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